La política en la región Áncash se ha convertido en un escenario bochornoso de reacomodos y traiciones a la mínima expresión de principios, un reflejo magnificado de la crisis de valores que azota al Perú. Lo que presenciamos hoy es la desintegración abierta de movimientos regionales y la migración descarada de autoridades hacia toldos políticos que, en lugar de ofrecer renovación, solo prometen la continuidad del clientelismo y la sombra de la corrupción.
El caso de la consejera regional por Corongo, exhibiendo sin pudor los colores de un partido cuyo líder, arrastra un historial de denuncias por corrupción, es un golpe directo a la neutralidad electoral y una burla a la decencia.
Esta «mudanza» no es ideológica; es la confirmación de que ciertos políticos están dispuestos a saltar al barco que les ofrezca mejor «cálculo electoral», incluso si en ese barco ondea la bandera de la corrupción.
La desbandada de figuras del otrora poderoso movimiento regional «AGUA» hacia otras tiendas políticas, abandonando el gobierno regional y su movimiento político a mitad de camino, no hace más que evidenciar la fragilidad de sus convicciones y su visión cortoplacista, dejando la gestión regional en un limbo de inestabilidad.
LA CREDIBILIDAD DEL GOBERNADOR: UN COMUNICADO INÚTIL
En este mismo panorama de desconfianza, la figura del actual gobernador regional, Koki Noriega, se desploma. Su frustrado sueño presidencial, seguido de un comunicado oficial del Gobierno Regional de Áncash —abusando de la plataforma institucional— para asegurar que «cumplirá su gestión», es un acto de desesperación que nadie cree.
El uso de recursos públicos y plataformas estatales para emitir un mensaje de índole personal y político subraya la falta de ética. El electorado no es ingenuo: entiende que detrás de estos gestos hay más temor a la inhabilitación o a la pérdida de capital político que un genuino compromiso con la región.
La política ha borrado la línea entre el interés público y el proyecto personal.
EL VOTO COMO ÚLTIMA LÍNEA DE DEFENSA ELECTORAL
Esta crisis de metamorfosis de autoridades «camaleónicas» que cambian de camiseta sin pudor -se aprecia especialmente en Huaraz, Chimbote, Nuevo Chimbote y otras provincias – está generando una profunda repugnancia en el electorado.
La ética y la moral se han convertido en palabras huecas en el léxico político de Áncash. Sin embargo, en medio de este caos, reside una oportunidad y una obligación: la de las próximas elecciones.
El hartazgo regional frente a esta «costumbre» del transfuguismo y la ausencia de valores mínimos debe traducirse en un voto de castigo y de esperanza.
Nuevamente los electores de Áncash tienen en sus manos la firme decisión de marcar un precedente histórico. Estamos cansados de ver a los mismos rostros rotando entre diferentes partidos, sin coherencia ni visión de región.
Es imperativo que las bases ciudadanas, los gremios y las nuevas generaciones de líderes locales (generación Z) articulen alternativas genuinas que no dependan de figuras con pasados cuestionables o ambiciones personales desmedidas.
La única forma de que la palabra «ética» regrese al debate público de Áncash es que el ciudadano opte por la alternativa firme, transparente y con arraigo local, en lugar de caer nuevamente en el engaño del político oportunista.
La responsabilidad no recae solo en quien postula, sino principalmente en quien elige. La hora de la catarsis electoral ha llegado; no podemos darnos el lujo de repetir los mismos errores.
Lic. Adm. Yuri Mejía Morante

